Partiendo siempre desde la intención del fotógrafo, sobre documentar o hacer arte, sugiero reflexionar sobre un tema tan debatido.
Conocemos que con el surgimiento de la fotografía, ocurrió la liberación de la pintura, desde el punto de vista retratista, en sus tiempos. La misma, estaba obligada, a pesar de que los retratos se convirtieran en obras de arte finalmente, a ser soporte que trataba de documentar la realidad, siendo esta casi su principal razón de ser. El próximo paso fue entonces la transición artística hacia el impresionismo, donde los pintores querían en principio, efectos ópticos vistos también en las fotografías, que daban sensaciones tales como el movimiento, los reflejos etc. Desde mi percepción, esto abrió uno de los tantos ciclos dentro de la evolución del pensamiento artístico y creativo del hombre, pasando por varias etapas hasta la abstracción misma. Al igual que la pintura buscó apoyo en la fotografía, la fotografía puede también apoyarse en la pintura, si al final son ambas, artes visuales. Esto da cabida a una interrogante, ¿por qué la instantánea no puede pasar a ser más artística que documental, si esta es la intención del fotógrafo como artista? ¿Por qué no podemos considerar en personalizar la obra o la imagen misma de naturaleza documental, dándole una visión plástica a través de un acabado, mediante el retoque fotográfico?
Dar cualidad de obra de arte al resultado de la toma fotográfica, siempre fue una opción usada desde el laboratorio analógico, donde se realizaban procedimientos para lograr exponer lo que se quería y hasta que punto se quería.
Además del encuadre, la exposición, la composición, y el momento decisivo de la toma, que pueden convertir a la instantánea en una obra artística, el retoque fotográfico puede dar un acotado final a la imagen, que permitirá percibir la verdadera visión del artista, involucrando al espectador en un cuestionamiento de ideas y sensaciones, proponiendo siempre más interrogantes que respuestas.
